Hace algún tiempo (desde que se echó a perder mi vehículo en un accidente) he vuelto a hacer uso del transporte público; algo que, dentro de todo, debo agradecer porque hace posible que uno se mantenga conectado con el día a día de las mayorías.

Pero usar el transporte público también permite también ser testigo de excepción de cosas extraordinarias, de la astucia de la gente y de los que se las buscan de cualquier manera, incluso aprovechándose de l buena fe de la gente, engañándola.

Esto fue lo que pasó: mientras la señora que cobraba (la cobradora del bus), uniformada con chaleco azul, llamaba pasajeros colgada de la puerta delantera, en la parte de atrás del bus un tipo, también enchalecado, hacía lo propio, incluso ayudaba a los pasajeros a subir por esa puerta y a acomodarse en los últimos asientos.

Boletos en mano cobraba el pasaje a los que se acomodaron atrás, uno a uno, dándole vuelto a un par y prometiéndole a otros volver con el cambio tan pronto el chofer le “sencillara” el billete. Yo le estiré el brazo para que me cobre el pasaje pero él, muy apurado, me dijo “Espera flaco que regreso, o mejor págale a la señora”.

Para mis adentros consideré interesante el hecho que hubieran dos personas de género opuesto haciendo dicha labor, trabajando en equipo y haciéndolo muy bien en un bus limpio. Pero, como digo, a veces pasan cosas que sorprenden.

La señora volvió a la parte trasera a cobrar los pasajes, le pagué el mío y luego vi que les volvió a cobrar a todos los que ya le habían pagado al “compañero” de trabajo que nunca lo fue y que nadie conocía; ni el chofer, ni la cobradora enchalecada.

Así que a todos los que usan el transporte público y disfrutan del viaje de los buses en hora punta, tengan mucho cuidado, no vayan a ser sorprendidos por un cobrador bamba.